Una pequeña joya

La semana pasada en mi búsqueda constate de inspiración descubrí casi sin darme cuenta, así es como sucede cuando algo te encuentra a ti y no tu a ello, una pequeña librería escondida en una pequeña calle del centro de Castellón. La calle es tan estrecha que casi a malas penas cabe un coche. En la que se ubican los contenedores de basuras, oculto de las vistas de los ciudadanos. La típica en la que uno imagina que sólo existen puertas traseras, pues carece de total importancia. Una calle rodeada completamente por otras de mucha más importancia y llenas de tiendas de grandes cadenas de distribución y donde no para de transitar gente de un lado para otro.

Y de repente, allí donde uno no espera nada, aparece esa pequeña librería regentada por una amable señora mayor que amaba realmente los libros. No sólo por lo que son, sino por lo que contienen. Una librería escondida, con libros de segunda mano o «vividos», como yo los llamo. Y a la que me decido entrar a ver si encuentro algún libro de diseño, paisajismo o algo que me interese. Ardua tarea, pues no suelo encontrar ni siquiera en librerías «normales», ¿cómo puedo atreverme a buscar en una de estas?

La sorpresa estaba servida. Encuentro un libro de diseño gráfico, el cual me parece interesante. Para ahondar en mi buena suerte encuentro un libro de urbanismo. ¡Qué interesante! Y es en el momento en que me dirijo a pagarlos y hablando con la señora mayor amable, que sale el tema de la profesión. En ese mismo momento me dice que tiene una pequeña joya que enseñarme. Que lo estaba guardando para un regalo. Aunque ella sabía que yo lo iba buscando. Es un libro con una portada que contiene una arboleda vista en primera persona. Donde se ven los troncos hundidos en la tierra como pilares de una catedral y se espera un gran techo de ramas y hojas. Un libro con una portada sencilla donde pone; «El hombre que plantaba árboles». Le dí la vuelta y leí la contraportada y de repente se me puso la carne de gallina. Me dije a mi mismo, «este lo tienes que leer». Le dí las gracias a la señora mayor amable y le terminé de pagar los libros.

Fui a casa y allí se quedó el libro, esperando a tener un rato para leerlo. Y curiosamente el día 21 de marzo (día del árbol, aunque yo no lo sabía) me lo leí. Es muy rápido de leer, pero es recomendable recrearse en el paisaje que se va visualizando. Es recomendable paladearlo o degustarlo como un buen vino o un buen plato. Un relato sencillo que impacta por su verdad aunque sea una ficción. Y que nos invita a la acción, una acción sosegada, sencilla y que retoma nuestras raíces y nuestros orígenes.

Es por ello que decidí escribir este post de agradecimiento a la señora mayor amable, a la ONG AIDA (a la cual pertenece la librería) y por supuesto a Jean Giono el escritor que nos dejó esta pequeña joya.

¿ Conocéis la sensación de beber una agua fresca y pura como la de montaña que siempre te deja un poco sediento? Pues esa es la sensación con la que me quedé al terminar el libro.

el hombre que plantaba arboles

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